CONFIRMAN CONDENA DE 22 AÑOS CONTRA DANIEL LAGOSTENA
La Sala I del Tribunal de Casación Penal bonaerense confirmó este martes el fallo del juicio contra Héctor Daniel Lagostena (59), condenado en julio de 2019 a 22 años de prisión por asesinar y desaparecer el cuerpo de pareja, Érica Soriano.
Los jueces consideraron que se trató de un crimen de violencia de género “hasta el hartazgo” y que el acusado estuvo motivado por los celos: creía que ella lo engañaba y que el bebé que esperaba no era de él.
Lagostena, encontrado culpable del delito de “homicidio en concurso ideal con aborto”, intentó consumar el crimen perfecto sin éxito. En algún momento de la noche del 20 de agosto de 2010 mató a Soriano, que estaba embarazada, en su casa de Lanús. Y esa misma madrugada se deshizo del cadáver, presumiblemente con la ayuda de una funeraria amiga, aunque nunca se supo de qué forma. Con el correr de las horas y los días diseñó la arquitectura de la mentira, pero los cimientos nunca fueron del todo sólidos. La madre y las hermanas de la víctima siempre sospecharon de él.
Ocho años más tarde, en un juicio oral y público celebrado en los Tribunales de Lomas de Zamora, el hombre fue condenado por ser el autor de un crimen sin cuerpo. Los 22 años de pena le implican al menos una larga temporada de 14 años tras las rejas. Si bien quedó claro que fue un femicidio, Lagostena fue castigado por el delito de homicidio, ya que cuando cometió el crimen no existía la figura del femicida, que contempla una prisión perpetua.
En un extenso ensayo sobre la desigualdad de géneros, los jueces de Casación Ricardo Maidana y Daniel Carral consideraron en el fallo que se trata de “un caso caracterizado por violencia de género” y elogiaron el trabajo de los magistrados del juicio por haber considerado “correctamente” la perspectiva de género durante el juzgamiento del imputado.
Para el juez Maidana, Lagostena incurrió en violencia de género psicológica sobre Soriano, lo que quedó acreditado durante el juicio con la participación de una decena de testigos y copias de emails que el hombre le mandaba a su pareja.
“Controlaba cómo se vestía, el maquillaje que utilizaba, el uso del teléfono celular, los lugares a los que concurría y con quién lo hacía, y los boletos de colectivo para verificar sus horarios”, enumeró el juez de Casación. Además, los testimonios, enumera el fallo, “dieron cuenta de lo celoso y posesivo que era el imputado al punto de hackearle la cuenta de correo electrónico y revisarle el celular”.
Esa violencia hizo que Érica Soriano cambiara su manera de vestir y de maquillarse, y también modificada su comportamiento. “Comenzó a ser más apagada, introvertida y deprimida”, remarca Maidana. En su testimonio, Verónica Gabriela Soriano, hermana de la víctima, contó que Érica prácticamente había dejado de relacionarse con hombres por los celos de Lagostena, actualmente preso en el penal de Olmos.
Para Casación quedó demostrado que la violencia de Lagostena sobre Soriano afectó la relación que la mujer tenía con su hija, quien terminó por irse a vivir con su padre, obligada, ya que según la chica, el hombre mentía sobre el comportamiento de ella y su mamá “eligió creerle a él”.
En este sentido, los jueces aclararon que no encontraron en los testigos alguna animosidad de perjudicar a Lagostena, algo que fue observado en el recurso presentado por el abogado defensor del femicida, Facundo Melo.
La defensa de Lagostena sostuvo en su apelación cierta debilidad en las pruebas contra el hombre. Sin embargo, los jueces de la Sala I de Casación destacaron que la recolección de pruebas en la instrucción y exhibidas durante el juicio permitió una reconstrucción precisa de la escena del crimen y “acreditar la autoría de Lagostena”.
Y enumeró un decálogo de evidencia, que sintetiza la trama del caso y en la que queda claro que la noche del 20 de agosto de 2010, luego de ir a un control del embarazo, Lagostena y Soriano discutieron, que hubo comunicaciones “inusuales” entre el acusado y su familia, que la localización del celular de la víctima dio por última vez en la casa del asesino, quien, además, demostró desinterés durante la búsqueda de Érica.
“Asimismo, teniendo en cuenta la perspectiva de género antes mencionada, el Tribunal hizo un análisis exhaustivo de la violencia de género psicológica sufrida hasta el hartazgo por Érica Soriano (…)”, explicaron los jueces, quienes consideraron que el móvil del asesinato fue porque “Lagostena creía que Soriano le era infiel, al punto de sospechar acerca de su paternidad, y que lo iba a dejar”.
La espiral de violencia y celos por parte de su pareja comenzó en abril de aquel año, cuando la mujer decidió mudarse de Villa Adelina a la casa de Lagostena en Lanús para que él se sintiera más seguro. Llevaban tres meses de relación. “Ella estaba viviendo su peor pesadilla”, contó su amiga Lorena Caramello a la Justicia.
El cuerpo de Soriano nunca apareció. Pero la firme sospecha es que Lagostena lo quemó en el hogar a leña de la casa, que se comprobó que la noche de la desaparición de Soriano estuvo encendido, a pesar de que fue un día caluroso.
Lagostena se contradijo sobre las razones del encendido. Una vez dijo que fue para quemar unas tablas que ya no usaba. Y la segunda, que la había usado para cocinar carne vacuna.
Soriano estaba embarazada de tres meses. Pensaba dejar a Lagostena o al menos suspender la convivencia. Las dificultades en la relación quedaron claras en varios mails incorporados al expediente y en testimonios de amigos, familiares y compañeros de trabajo.
Sin embargo, la mañana del 21 de agosto ya nadie supo más de ella. A las 9 de ese día la familia Soriano intentó comunicarse con el celular de la víctima, con el de Lagostena y al teléfono de línea de la casa de Coronel Santiago al 1400, donde vivían. Ninguno se atendió. A María Ester Romero, madre de Érica, le pareció extraño ya que “Daniel nunca dejaba su celular”.
Lagostena alegó que su pareja se había ido temprano de su casa después de que volvieron a discutir por los temas de la noche anterior. Pero no pudo explicar por qué no se respondieron los llamados que hizo la familia de Érica.
Sin embargo, las investigaciones posteriores pusieron en evidencia a Lagostena. Desde las 9.13 alguien chequeó cinco veces el contestador del celular de Soriano y de la casa. Además, a las 11 se registró una llamada perdida en el teléfono de la hija de Érica, proveniente de la línea de Lagostena. Para los investigadores esto indica que el asesino tuvo que haber visto los llamados perdidos de las 9.
Para el juez Carral, el cuestionamiento de la nueva defensa de Lagostena no tiene sentido: “El razonamiento de los jueces se estructuró sobre las particularidades del vínculo que mantenía Lagostena con Érica Soriano y la actitud que asumió el imputado luego de su desaparición, circunstancias que permitieron establecer la existencia del delito y el motivo de su comisión”.
Carral desarmó el recurso de la defensa de Lagostena al defender la sentencia de los jueces del Tribunal Oral. “Estimaron que dada la actitud que demostró Lagostena durante la relación con Érica (“patológicamente controladora”), era escasamente creíble que Soriano haya salido del domicilio después de la discusión y no la hubiera llamado; como también fue inexplicable que no se preocupara al conocer que Érica no había llegado a Villa Adelina o haya demorado en hacer la denuncia. Que, en cambio, se recostase a descansar sin atender los teléfonos. El tribunal, recordó que Lagostena fue el mismo que habitualmente chequeaba los horarios de su pareja, para confirmar que no le mentía, le revisaba los mails y el teléfono”.
Para este juez, “las inconsistencias y contradicciones en que incurrió” Lagostena impidieron que sea creíble su hipótesis alternativa de los hechos. Por eso, Casación reafirmó la decisión de que fue el hombre quien mató con encono de género a su pareja y desapareció el cuerpo. Lagostena seguirá en prisión, a donde entró en 2016 y saldrá, con suerte, la próxima década.