CHOQUE DE TRENES: CONFIRMAN 3 MUERTOS Y 315 HERIDOS
Ocurrió otra vez. De la tragedia anunciada por la desidia y la falta de control, el Sarmiento pasó a la tragedia repetida. Y de nuevo, como en aquella fatídica mañana del 22 de febrero de 2012, las promesas incumplidas en el sistema ferroviario provocaron otro accidente donde hubo tres muertos y un desastre que reavivó miedos y reclamos. Esta vez fue en Castelar, donde una formación que venía de Once e iba hacia Moreno chocó de atrás a otra que estaba parada a 50 metros de la barrera de Zapiola. Hubo un gran operativo y 315 personas fueron atendidas en hospitales y anoche aún quedaban 32 internadas, cinco en terapia intensiva. Temprano, el ministro de Transporte, Florencio Randazzo, pidió “cautela” pero apuntó contra el conductor del tren y su ayudante. Los dos motorman y sus dos acompañantes quedaron detenidos y se los investiga por estrago doloso. Entrada la noche, en un acto en Casa de Gobierno, la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, afirmó que tiene “bronca e impotencia” (ver pág. 12).
“La pérdida de un ser querido es algo irreparable. No quiero ponerle un nombre a lo que pasó, quiero esperar que la Justicia diga qué fue”, agregó la mandataria.
El choque se produjo a las 7.07 y conmocionó a todo el centro de Castelar, una localidad tranquila del Oeste del GBA. Todavía era de noche, y lo primero que se escuchó fue un estruendo que retumbó en el barrio.
Después, los gritos. A esa hora los locales comerciales todavía estaban cerrados y fueron los vecinos los primeros en salir a asistir a los heridos.
Las escenas fueron calcadas a las de la tragedia de Once. Vagones montados unos sobre otros y muchos hierros retorcidos. “Todo estaba oscuro. Y con el impacto las luces de los trenes se apagaron. Todo era gritos, un olor fuerte a quemado, había humo. Al principio ayudé a bajar a seis o siete personas del tercer vagón. Pero de a poco fui viendo gente muy herida y me descompensé. Venía sin dormir, porque trabajo de noche, en Pompeya, y estaba yendo hasta mi casa en Moreno”, contó, alterado, Fernando Zelaya. “¿Después de Once nada cambió?
Es terrible cómo tratan a la gente, a los laburantes”, agregó.
Como Fernando hubo muchos pasajeros que se ayudaron entre ellos. Y vecinos que llegaron para asistir. Los heridos, los graves, los leves, los que tenían el dolor de golpes fuertes y fracturas tuvieron que esperar hasta 60 minutos para que aparecieran las primeras ambulancias. El operativo fue caótico al principio, recién con las horas se fue ordenando por el triaje, el protocolo de atención médica en accidentes (ver pág. 10).
Se armó una carpa amarilla donde actuaron ante lo que se veía como un desastre: gente acostada sobre el pasto, sobre veredas, sobre las piedras de las vías. El rescate continuó hasta pasadas las 10. Temprano había llegado el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni y el intendente de Morón Lucas Ghi, increpado por vecinos, arribó al mediodía. El gobernador bonaerense Daniel Scioli también pasó por el lugar. Pasadas las 13 se dio a conocer el primer parte de heridos. Más tarde, difundieron la identidad de los tres muertos: Ezequiel Agustín Vargas (19 años), María Laura del Zompo (38) y Cristian Dario Nuñez (32).
Los pasajeros dijeron que el tren que no frenó había salido con demoras de Once e iba más cargado que de costumbre. El tren que estaba detenido también tenía pasajeros y estaba esperando el permiso para avanzar hacia la estación, a unos 150 metros. A casi 16 meses de la tragedia de Once (donde murieron 51 personas y hubo más de 700 heridos) se revivieron escenas similares de miedo y desilusión.
El recuerdo de ese accidente no solo sobrevoló en las conversaciones, también empujaron a Paolo Menghini y María Luján Rey, los papás de Lucas, el joven de 20 años que apareció dos días después del choque del tren contra el andén entre los hierros de un vagón, a ir hasta Castelar a dar apoyo y a denunciar la corrupción, la falta de inversión, las promesas incumplidas (ver pág. 16). Randazzo también estuvo recorriendo el lugar. Subió a la formación pasadas las 13.30, cuando los bomberos hacían circular la versión de que aún quedaban más muertos. A las 16 todavía continuaba el operativo y aún no se animaban a descartar la versión. Sin embargo, entrada la noche y finalizadas las pericias unas de las formaciones fue retirada del lugar y la otra sería removida durante la noche. El servicio del Sarmiento había sido cancelado por completo ayer al mediodía y estimaban que hoy por la mañana podría ser reanudado. Para paliar la falta de tren, el Gobierno puso un servicio de unos 150 micros.
En tanto, representantes de la UGOMS (la unidad de gestión integrado por Metrovías y Ferrovías que reemplazó a TBA cuando le quitaron la concesión) contaron su versión. Según dijeron en el lugar, el motorman pasó las señales sin respetarlas y cuando vio que había una formación parada “salió corriendo de la cabina”. Los delegados gremiales Rubén Sobrero y Daniel Ferrari rechazaron la versión y afirmaron que el tren ya “había tenido problemas en los frenos”.
El tren que chocó cumplía servicio semirrápido y había parado en Flores, Liniers y Morón. Entre Morón y Castelar, según indicó Randazzo en conferencia de prensa, el GPS marcó que la formación venía en “velocidad siempre ascendente”. Antes del impacto pasó una primera señal amarilla, que indica que se debe bajar la velocidad, y dos “a peligro”, que indican detenerse. Pero eso nunca pasó y chocó a 62 km/h. Después todo fue gritos, dolor y horror. Otra vez tragedia.