San Isidro

“Grupos multifamiliares”, para educar hijos sin violencia

“Los Grupos Multifamiliares me cambiaron la vida para siempre; me hicieron entender que podía educar a mis hijos sin pegarles ni insultarlos”, expresa entre lágrimas A.A., vecina de Boulogne y madre de tres hijos, que desde hace seis años participa de los encuentros terapéuticos que brinda el Municipio de San Isidro para prevenir problemáticas sociales, violencia familiar, adicciones y trastornos mentales. A.A. tiene 31 años y tres hijos: uno de 13, otro de 9 y el último, de 6.

En su último embarazo atravesó momentos muy difíciles luego de que se separó y se quedó sin trabajo. Tuvo que criarlos sin ayuda económica y sin sostén emocional. “Nació mi bebé y no tenía nada, ni siquiera ropa, entonces toda mi bronca y mi ira iba hacia mis hijos”, se quiebra un momento. Luego sigue con su relato y reconoce que a partir de allí comenzó un mal hábito en la crianza cotidiana. “Creía que educaba a mis hijos, pero la verdad es que lo hacía con insultos, gritos, pegándoles” y detalla las consecuencias físicas mientras rompe en llanto.

La coordinadora de los talleres y del Servicio de Adultos, Grupo, Familia y Pareja (AGFP) del Centro Municipal “Dr. Ramón Carrillo”, Asunción Barrancos, explica que “cuando hay un conflicto en la familia y un padre o una madre le pegan a su hijo, no es porque el hijo haya creado un problema, sino porque el padre o la madre son los que tienen un problema”. Y remarca que al pegarle al hijo descargan su estrés y frustración ante la situación y que a esto se lo conoce como “teoría de la frustración-agresión”. En aquel entonces, A.A utilizaba ese método para la crianza sin demasiado análisis.

A esa situación alarmante de violencia contra los niños, había que agregarle la ausencia del padre, y el drama para alimentarse. Al verse sin otra opción, recuerda una de las imágenes más conmovedoras: “Tuve que revolver la basura y buscar bolsas de comida desechable y cajas que tiraban los restaurantes, panaderías y supermercados”. Los chiquitos querían comer y no había nada, se negaban a bañarse o tenían ganas de salir a la calle y entonces empezaban los gritos, seguidos muchas veces por el castigo físico. Fue una violencia naturalizada como parte del repertorio de conductas para educar.

En ese sentido, Barrancos señala que muchos padres y personas encargadas de educar niños piensan aún que el castigo físico y las agresiones verbales son necesarios para educarlos. “Pero golpear, humillar, menospreciar, son actos de gravedad que dañan la salud física y emocional de los niños. Los chicos educados en contextos violentos pueden creer que la violencia es la única manera de vincularse con los otros”, indica la especialista. Y ademàs agrega que mediante el maltrato se vulnera su derecho básico a crecer en un entorno libre de violencia.

En el Bajo de San Isidro, en Camino de la Ribera y Coronel Rosales, en el comedor de “María San José – a cargo de María Di Pólito- funciona una de las sedes de los Grupos Multifamiliares. Al conocer la problemática de A.A, la encargada del lugar decidió invitarla a los encuentros. Desesperada, angustiada y sin ver otra salida, aceptó ir a estas reuniones. “Fui de mala manera, no tenía ganas de reunirme y hablar con gente que no conocía”, recuerda. Estos grupos son coordinados por especialistas en salud mental, y tienen la particularidad de promover el intercambio de experiencias de familias con dificultades en las etapas normales de su evolución.

Con el objetivo de prevenir la violencia familiar, abusos, adicciones y trastornos mentales. Con el correr de los encuentros, los hijos de A.A. también se animaron a hablar y contaron que les pegaba y les gritaba. “Me dio mucha vergüenza, me sentí súper mala madre y tenía mucha culpa”, confiesa la vecina de Boulogne. Hasta que ella también dio su testimonio: “Fue sacarme toda esa carga que llevaba encima”, reconoce. Y destaca que fue muy importante escuchar otras experiencias y también a los psicólogos. “A.A. tenía miedo de que sus hijos salieran a la calle y se drogaran, y su forma de poner límites era pegándoles. Entonces fuimos trabajando con ella acerca de cómo manejar los conflictos, inconvenientes y frustraciones de la vida. Ella misma se fue dando cuenta de cómo tratar a los chicos y empezó a cambiar. Pasó del golpe a la palabra”, explica el coordinador de estos Grupos Multifamiliares, Eduardo Mandelbaum.

Según los especialistas, el objetivo principal es que hablen y se sientan escuchados, que compartan lo que les pasa y piensen cómo salir de esa situación. Y si se incluye a su familia, ese efecto es multiplicador.

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